Martes 9 de septiembre, 17.30. La pelota empieza a rodar en Barranquilla por las Eliminatorias Sudamericanas. El partido entre Colombia y la Selección tiene un sabor distinto a lo habitual. No sólo por ser la reedición de la final de la Copa América, sino porque la “Scaloneta” está en un proceso de recambio y, naturalmente, existen ciertas dudas que inquietan a los futboleros. ¿Quién será el sucesor de Di María? ¿Cómo funcionará el equipo sin Messi? ¿Cómo afrontará el partido frente a uno de los rivales más duros del continente? Todas preguntas que sirven como alicientes que invitan a los argentinos a sintonizar el duelo.
Pero, el partido no rompe la habitualidad de La Reducción, un pequeño poblado ubicado en Lules. Las ofertas de frutillas y de arándanos son la primera imagen del pueblo. Un par de metros más adelante, en la intersección entre la avenida Presidente Perón y la ruta 301, al frente del santuario de la Virgen del Valle, un niño aparece con la indumentaria del club Ingenio Viejo, la segunda casa de los chicos de la zona. Hoy es día de entrenamiento de las inferiores y las actividades comienzan dentro de poco. Pero, muchos aprovechan para llegar antes a las canchas y jugar un pequeño “picadito” entre amigos.
La diversión es lo primordial dentro de esta institución, aunque el rol social presenta un condimento extra. El mismo que motivó a la creación del comedor-merendero “Caritas Sucias”, que recibe a más de un centenar de niños semanalmente y representa el “partido” de los padres. “Todo empezó en 2013. Después de que me retiré del fútbol, empecé a entrenar a los cebollitas. En ese momento, se me vino la idea de brindar una merienda porque muchos chicos que venían eran de bajos recursos. Pero, después de que empezamos a jugar en la Liga Tucumana en 2016, esto se volvió un boom y hoy son más de 500 personas las que asisten al club”, comenta Bruno Ruiz, presidente de Ingenio Viejo.
“El nombre ‘Caritas Sucias’ fue iniciativa de los padres y es principalmente porque los chicos, después de cada entrenamiento estaban todo transpirados. Así se acercaban a la mesa a comer. Esa denominación después se convirtió en el apodo moderno del club porque nos dicen los ‘Caras Sucias’”, agrega.
El gol de Yerson Mosquera no cambió los ánimos en el quincho principal, sitio en el que se ubicaba una pequeña radio para obtener novedades del desarrollo del partido. La prioridad para los adultos presentes era otra: encender el fuego. La crisis económica y la escasez de insumos -como una garrafa- obligó al club a recurrir a métodos más rústicos para continuar con la actividad. ¿Las opciones del día? Mate cocido y chocolatada. Mientras tanto las madres de los niños racionan las tortillas, bizcochuelos, galletas y demás alimentos para pasar la tarde. “A los papás nos preocupaba la situación de varios chicos. La idea es que todos puedan hacer la actividad y sobre todo que los niños tengan un espacio al cual asistir. Incluso, muchas veces recibimos donaciones de indumentaria vieja, que les prestamos a los chicos que no tienen camiseta ni botines”, comenta Guadalupe Daud, una de las madres integrantes de la subcomisión de padres de Ingenio Viejo.
“Por la situación económica que atravesamos, el comedor sólo funciona dos veces a la semana porque no llegamos a cubrir todos los insumos necesarios. En un momento, llegamos a cubrir los cinco días de la semana y hacíamos varias comidas como polenta con salsa, fideos amasados, kipe, empanadas… A pesar de eso, siguen viniendo niños de todas partes y hasta chicos con discapacidades”, cuenta Juana, una de las cocineras del club.
El nombre del club fundado en 1962 no es una casualidad, sino que se ubica a 100 metros del ex Ingenio La Reducción, del que sólo queda un pequeño vestigio: las oficinas de la administración. “El lugar tomó mucha relevancia por el cuento ‘De los Apeninos a Los Andes’ de Edmundo De Amicis que hablaba de Marcos, un niño que partió desde Italia en busca de su madre y atraviesa todo el país para encontrarla en el ingenio”, cuenta Ruiz. Mientras tanto los tablones empiezan a acomodarse bajo el techo del sitio en que se realizará la reunión de niños.
El empate de Nicolás González tampoco se gritó. Es más, muchos de los presentes ni se enteraron de la situación. Los niños, en tanto, estaban divididos en diferentes categorías y empezaban las prácticas de fútbol. Mientras tanto un grupo de chicos de las categorías 2012 y 2013 utilizó el campo de juego restante para hacer un partido recreativo.
“Cuando era chiquito había venido, pero después me fui. Me entrené en Atlético, pero dejé porque era muy caro, no tenía quién me llevara y mi papá no tenía mucho trabajo. Entonces me trajeron para acá porque vivo cerca. Ahora nos llamaron a un grupo de chicos para hacer una prueba en Talleres”, dice Ulises David Leiva, de 12 años, que contó que viajará a Córdoba junto con sus compañeros Enzo Zarza, Santino Bucheri, Juan Cruz Herrera y Jonás Salas. “Vinieron dos veces. Primero seleccionaron un par y después a los demás”, completa Juan Cruz.
“Ya está todo confirmado para que seamos la filial oficial de Talleres. Después va a haber una sub-filial en los valles y otra para la zona de Tafí Viejo. Pero todos los chicos que ellos vean con potencial van a venir para acá. Incluso ya se mandó a imprimir la ropa para que salgamos con el logo del club”, indica Ruiz, mientras que señala que el próximo objetivo de la institución es terminar de levantar las tapias a los alrededores. Una cortina de árboles y plantas delimita el final del terreno con respecto a sus vecinos.